miércoles, 25 de julio de 2007

DISPARARTE 1.7




Lo sé, no necesitas decírmelo: tengo una particularidad. No es necesario que disimules, puede verme bien y de frente. No soy un error de fábrica, tampoco es que por no hacer caso a mis padres ni por una maldición gitana yo haya nacido así. Tampoco es una mutación genética porque las sillas, en sí, no tenemos genes. O por lo menos no las de hierro forradas de vinipiel. Si un gen tenemos es el de la parte profunda de la tierra que se forma con miles de años, sólo nos pueden domar con químicos.

Sí, aunque no lo creas se han sentado en mi. Sí, y con esa cara que pones, también te confieso que se han caído de mi, más veces de las que una silla con dignidad puede soportar sin lanzarse contra una pared y deshacerse, como se deshacen las nalgas y los riñones de los que se sientan en nosotr@s y depositan sus vidas en esa ocupación, en la de estar sentad@s.

Tienes razón si piensas que muchos me usaron en broma, también tienes razón si piensas que fui útil: por muchos años fui la compañera de un velador. Por cierto, no sé por qué les dicen a los cigarros largos “de velador” si mas bien esos tabacos suelen ser caros y un velador no suele ganar millones, de otra manera no sería velador o los veladores podrían entrar a todos los antros de moda, aunque, pensándolo bien no podrían ir porque estarían trabajando ¿no? Bueno, pues me dieron el trabajo con el velador porque sentándose en mi no se dormía, o bueno, si se dormía y al confiarse al suelo pues tómalo suelo. Al principio me daba lástima, luego ya no.

Si ya sé que soy contranatura, pero no todo en el mundo debe ser útil; por ejemplo el arte no sirve para nada o no debe servir para nada y lo que sirve y quiere ser arte debe dejar de servir, por lo menos en su primer uso ¿verdá Duchamp?

Sigo siendo una silla y así moriré y ni aunque me quiten otra pata en banco me convertiré. Já.


RUBÉN RUÍZ (RAJ)

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